jueves, 23 de septiembre de 2010

El gato de Olimpia



















El lenguaje corporal de los gatos.













Es absolutamente magnífico, y basta observarlos detenidamente para conocer sus emociones.
Aunque el gato no es, en general, un animal que se destaque por su sociabilidad, son muchos los recursos que utiliza para comunicarse con sus congéneres y con sus dueños. Su rostro, los sonidos que emite e incluso sus olores tienen, en efecto, mas "mensaje" de lo que pudiera parecer.
En Olimpia, el gato parece a primera vista estar en posición defensiva, con el lomo arqueado y la cola levantada[1]
Un gato asustado se ve impulsado por motivaciones defensivas y ofensivas a la vez, por lo que comenzará a superponer a su postura defensiva una actitud agresiva claramente ritualizada[2] . Mientras permanece agachado, el gato arquea la espalda, levanta la cola formando un arco y eriza el pelo. Es la pose típica del llamado “gato de Halloween”.








Inflarse de esta forma es una señal universalmente conocida de amenaza en el mundo animal. En parte la razón por la que un gato asustado y agresivo utiliza este tipo de señal puede ser que sirve para comunicar información no sólo a otros gatos, sino también a los posibles depredadores. El origen de estas señales está en que sirven para aparentar ser de mayor tamaño. En un principio puede que esto fuera útil para engañar a un competidor o depredador potencial, con el tiempo se ha convertido en una señal de intención ritualizada.

Otra forma que tienen los gatos de expresar miedo es mediante la dilatación de las pupilas. Esta apariencia de insecto de ojos enormes es muy normal en las personas asustadas: constituye una reacción refleja ante el miedo que puede ser fruto de meras conexiones del sistema nervioso, al igual que cuando la gente se asusta a veces suda, enrojece o desarrolla un tic nervioso. Pero la dilatación de las pupilas en los gatos atemorizados es algo tan marcado y consistente que puede ser una señal ritualizada. Algo que también prueba esta conclusión es que los ojos parecen tener un papel señalizador en la agresión ofensiva y en la sumisión.




Un gato agresivo-ofensivo cerrará los ojos hasta tener una mirada en la que éstos se empequeñecen y brillan. Cuando los ojos parpadean o el gato desvía la mirada, lo contrario de mirar fijamente, es porque se encuentra en un contexto de sumisión. Casualmente esto puede explicar el extraño pero innegable hecho de que los gatos siempre parecen colocarse con infalible instinto en el regazo del único invitado que odia a los felinos. Lo que ocurre en esta situación es que la persona a la que no le gustan los gatos tiende a evitar mirarlos y, desde el punto de vista del gato, evitar la mirada es una señal de actitud no-amenazadora, o incluso de bienvenida. Una visita que mira intensa y directa hacia el gato es considerada por ésta algo mucho más amenazador, por lo que instintivamente evita a esos admiradores bienintencionados(pero incomprendidos).
Los gatos que muestran una agresión temerosa y en extremo defensiva abren la boca y muestran los dientes de una forma claramente amenazadora
Es posible que esta expresión facial fuera seleccionada con el tiempo para esta función defensiva de furia porque servía para enfrentarse a otras especies depredadoras.
Cualquiera que se haya encontrado de repente con un gato macho asilvestrado sin castrar y éste haya emitido un bufido, haya arqueado la espalda y mostrado los dientes puede asegurar que la estrategia funciona.[3]
La utilización de la cola como señal en varias especies es un tema complejo y los intentos por desarrollar una teoría general sobre los movimientos de la cola revelan muchas excepciones a cualquier regla general que uno pueda estar tentado a formular.



Muchos animales levantan la cola tanto en contextos agresivos como de saludo. Los gatos suelen levantarla mucho cuando se saludan unos a otros, cuando juegan y en encuentros claramente amistosos; los gatos jóvenes levantan el rabo cuando piden comida a sus madres y casi todos los gatos caseros hacen lo mismo con sus dueños cuando llega la hora de comer y éstos abren las latas de comida o la ponen en los cuencos.
La razón por la que los gatos al contrario de los caballos, perros, cerdos y cabras, entre otros, no levantan el rabo como una amenaza ofensiva puede ser explicada por el hecho de que en los encuentros agresivos entre gatos existe en general menos ritual y más peleas reales. Un perro puede levantar el rabo como amenaza sin preocuparse de que se lo vayan a morder. Los encuentros entre gatos en su hábitat natural siempre llevan consigo un elemento de miedo, ansiedad y molestia; incluso un agresor con confianza en sí mismo se siente a la defensiva y expresa esta emoción manteniendo la cola baja por prudencia.

Los movimientos o coletazos del rabo tienen una conexión funcional menos directa con cualquier estado motivacional concreto que la existente en la forma general de elevarlo y como resultado, los movimientos tienden a estar ritualizados con fines que varía ampliamente entre distintas especies. En los gatos un rabo que da coletazos generalmente es una manifestación de irritación y agresión defensiva.



El gato de Olimpia tiene la cola levantada, el lomo un poco arqueado y mira fijamente.



¿Tiene un gesto de amenaza?



Los gestos de amenaza tienen una importante función en el reino animal porque, en muchos casos, evitan luchas y con ello heridas o quizá la muerte de un animal. Al gato que amenaza, preparado para el ataque, se le eriza el pelo del lomo y de la cola (al que está asustado, por el contrario, se le eriza en todo el cuerpo), la cola apenas se mueve y está dirigida hacia abajo, los ojos fijos, en el oponente con la cabeza ligeramente ladeada.[4]
El gato de Olimpia tiene el pelo erizado en todo el cuerpo, no tiene la cola baja, por lo tanto no está en posición amenazadora.
A menudo en los gatos se superpones diferentes estados de ánimo, por ejemplo el lomo arqueado puede suponer disposición para atacar y también miedo. Normalmente el comportamiento amenazador se refuerza y se acompaña con diversos sonidos intensos: el bufido con la boca abierta es una señal de amenaza y advertencia.
El gato negro de Olimpia no tiene la boca abierta, por lo tanto no está amenazando a nadie, pero si tiene el lomo arqueado.
El lomo arqueado es la expresión de la división que experimenta el gato ante una situación peligrosa de la que en realidad, le gustaría salir pitando, pero no está seguro de poder hacerlo sano y salvo. Así hace tripas corazón, y a pesar del miedo demuestra fortaleza. Este ánimo contradictorio ayuda a formar el típico arco del lomo: mientras en la parte de atrás las patas se mantienen firmes y no se mueven de su posición, las patas delanteras parecen querer ceder un poco y retroceden, lo que lleva, obligatoriamente, al arqueamiento del cuerpo. El gato se pone de lado con las patas rígidas y eriza el pelo del lomo y de la cola. Esta es la postura del gato de la Olimpia.
El gato de Olimpia tiene todas las connotaciones que hemos señalado en el trabajo, por eso lo pintó Manet, que además, nos muestra como le influyó la poesía de Baudelaire y el libro de Les Chats de Champfleury.
Por último indicaremos como la posición del gato nos indica qué persona estaba llegando al apartamento de Olimpia:
Al sonido del timbre de la puerta, el gato, que estaría tumbado a los pies de su dueña, se levantó. El visitante, entregó un ramo de flores a la criada negra el cual es llevado por ésta a Olimpia que no muestra ningún interés por la visita, su gesto es incluso de desagrado.



De las tres figuras del cuadro ninguna mira en la misma dirección. La vista de la criada va a Olimpia, ésta se encuentra ensimismada, su mirada no va dirigida a nada ni a nadie en particular.
El único que mira al espectador es el gato o “la gata”, si pensamos en Baudelaire (el gato simboliza el erotismo, y el erotismo era la mujer). Este juego que hace Manet produce un cierto desasosiego, y hace que la mirada del espectador vaya de una figura a otra, por eso no pasa desapercibido el gato, que de otra manera quedaría diluido en la oscuridad del fondo.
Observamos en la pintura, que el gato tiene el pelo de todo el cuerpo erizado, el lomo arqueado, la boca cerrada, los ojos fijos y abiertos y las orejas hacia atrás.



El gato de Olimpia está asustado, sabe quién es el que va a visitar a su dueña y tiene miedo. No es un personaje muy grato en esa casa, pero sí es asiduo a ella porque el gato le conoce.



La criada negra enseña las flores a Olimpia pero su cara no demuestra alegría, más bien temor.



Olimpia recibe al personaje sin ningún interés, está resignada, es su oficio.



[1] Ames, Lee J.: 50 dibujos de gatos, Barcelona, T.G. Soler, S.A. 2008 pág. 53
[2] Budiansky Stephen.: La naturaleza de los gatos, Barcelona, Paidos, 2003, pág, 98
[3] Budiansky Stephen.: op. Cit. Pág. 99
[4] Ludwig G.: 300 preguntas sobre gatos, León, Everest, 2009, pág, 194.